jueves, 14 de junio de 2007

Iglesia de San Francisco: la fachada






El templo de San Francisco reconoce un parentesco formal con sus homónimos y contemporáneos de las vecinas provincias de Salta y de Catamarca, merced a que en ellos tuvo activa participación e influencia el religioso franciscano Fray Luis Giorgi, quien les confirió esa fisonomía en la segunda mitad del siglo pasado. Se deben agregar a esta familiaridad las iglesias de la Viña, en Salta, y San Francisco de Jujuy. Esta intención manifiesta de arquitectura de fachada – que es donde intervino prácticamente Giorgi – es reiterativa en los citados ejemplos, produciéndose, en cambio, diferencias contrapuestas en sus disposiciones de planta.
La fachada, como “gran volumen sin torres, no acusa una relación con las naves a las que antecede”, formando un protegido nártex. En el gran plano frontal, con un lenguaje escenográfico de influencia italiana, se plantea un riguroso orden compositivo de tres cuerpos seccionados por una fuerte cornisa: el primero define las grandes arcadas de acceso donde se destacan las magníficas rejas de hierro forjado que tamizan las luz y fortifican la seguridad; el segundo, muy ciego, a nivel del coro, traza algunas arcadas, y el último, con severo campanario que es aligerado lateralmente con espigados pináculos de florones y las volutas que lo vinculan con las calles adyacentes.
En número de tres, también, se organizan las calles verticales, remarcadas con columnas y pilastras organizadas como órdenes superpuestas que buscan mitigarse en la elevación. La composición termina por obtener esbeltas proporciones y alcanzar el buscado efecto de silueta.
Dentro de este tipo, la fachada se aleja de las propuestas mas cromáticas que se gestaron en el Noroeste. Pero en esa fisonomía austera, sus ricas formas y motivos ornamentales italianizantes (combinación de pilastras con dobles columnas, arcos ciegos y perforados, balaustradas con función decorativas, gráciles pináculos) la prestigian, y señalan un acento de cuño manierista.
Por otra parte la esplendorosa fachada del templo franciscano, que jerarquiza todo el sitio, puede ser contemplada en toda su dimensión por la distancia pública que se desarrolla hasta la plaza principal ubicada en diagonal.
La visión en escorzo resalta la importancia adquirida por la masa del volumen, y cobra preponderancia la magistral cúpula recubierta con azulejos Pas de Calais, muy decorativos, que se trasforma en una presencia constante en el perfil urbano. El domo confiere identidad a la zona y adquiere fuerza propia por la contrastante relación que se produce con los paramentos, casi desnudos, de la nave lateral del sur.